Stone as Mirror
Acción, hormigón perfumado
(proyecto en proceso)
2019


Una piedra como espejo es un proyecto de investigación sobre la figura del perro y su representación a lo largo de la Historia del Arte occidental. A partir de una relectura de la noción aymara de ch´ixi –concepto indígena ancestral sobre lo indiferenciado y lo mestizo– planteo una acción conceptual que consiste en pulverizar con un spray atrayente de micción canina en los zócalos de instituciones artísticas y registrar audiovisualmente cómo orinan los perros sobre la piedra. Una acción que activa una geografía de infralevedades en el espacio urbano contemporáneo y que se centra en el gesto de orinar como un símbolo subliminal de poder, de autoría e identificación animal.

La instalación se completa con una investigación formal sobre el lenguaje arquitectónico institucional, reproduciendo piezas de revestimiento de piedra de los zócalos en hormigón perfumado, fraguado con esencias que atraen las micciones de los perros. Una piedra artificial con cualidades fenomenológias para re-pensar poéticamente construcciones simbólicas.



40.466084, -3.594364
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40.463948, -3.594357
40.460835, -3.594456

40.466891, -3.593689
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40.487045, -3.585677
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40.461952, -3.594506
40.460479, -3.595397
40.460244, -3.596537
40.460162, -3.596896

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40.459813, -3.590245
40.469144, -3.601961

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40.478847, -3.592345
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40.492526, -3.601534
40.494387, -3.607842
40.498567, -3.614537
40.499514, -3.6146371




Sueño con el intelectual destructor de evidencias y de universalismos, el que señala e indica las inercias y sujeciones del presente, los puntos débiles, las aperturas, las líneas de fuerza, el que se desplaza incesantemente y no sabe a ciencia cierta donde estará y qué pensará mañana, pues tiene toda la atención en el presente.     – Michel Foucault


Siempre me ha interesado esta cita de Foucault y creo que encarna muy bien Yeti, mi perro.
Adoptado desde el pasado mes de octubre, Yeti es un ejemplar de pastor alemán negro calzado de 9 años de edad y miembro jubilado del cuerpo canino de detección de explosivos de la Guardia Civil. Una auténtica joya pituitaria del que ahora me he hecho responsable.

Admiro su inconsciencia animal que le permite disfrutar de su día a día y evitar proyectar sus preocupaciones al futuro. Asume su naturaleza intrínseca y centra su atención en el presente, donde toda expectativa se detiene y él simplemente es. Así, adopta la actitud vital del rastreador y es capaz de desplazarse con la saludable incertidumbre de aquel que busca incesantemente cualquier cambio diferencial de intensidad o cualquier “línea de fragilidad del presente”. La orina que libera es su firma biológica que confiere información específica a otros canes sobre su sexo, edad, tamaño o incluso, estado de ánimo.

El paseo diario me permite asomarme a su campo de significación –a su mundo circundante, según Von Uexküll– del que soy extranjero y donde las esquinas miccionadas componen una constelación de puntos virtuales que le permiten actualizarse. Son puntos tangenciales, nodos de significación donde su atención se intensifica y su subjetividad se cristaliza. 
Cada paseo supone una lección de la que yo me limito a tomar apuntes y a registrar sus cercos de orina para configurar así una cartografía de su territorio olfativo. En realidad, y de manera irónica, él es el artista de este proyecto, que anula cualquier autoría ególatra contemporánea y me concede a mí el papel de mediador. Un viaje a la deriva donde mi acción estructural es esperar y dejarme llevar. Una escena de “flânnerie” que hoy en día es un acto de rebeldía debido a la popularización de los sistemas de navegación y de los automóviles. Seguir su estela permite disfrazarme del “devenir-animal Deleuziano”, esa idea de un yo como síntesis pasiva y contemplativa que lee las contracciones de fuerzas del presente.

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