Así reza el cartel en la entrada de la Avenue de la Praille. Un edificio industrial concebido para climatizar, ventilar, controlar el aire. Para neutralizar el exceso y mantener el ambiente interior dentro de parámetros estables / regulables.
Si el hogar era para Jimmie Durham un lugar construido para la compasión, un refugio de protección ante las inclemencias del tiempo o no-intimidad de estar con otros, este edifico es, en cambio, una mezcla entre un quirófano y un taller mecánico. Aquí la arquitectura no cuida, sino que interviene sin crear vínculo. Un espacio aséptico, pero en su versión rudimentaria o callejera. Basta, práctica. Pero incluso en los espacios diseñados para contener terminan desbordando.
La propuesta que planteo parte de aquí: este edificio ya no modula, solo expulsa. Lo que antes se ocultaba —el olor, el calor, la grasa, la humedad— ahora se convierte en el lenguaje mismo del lugar. Cada resto arquitectónico —una moqueta vieja, un fregadero, unas ventanas, el rodapié, una bajante, los WC, la campana extractora— actúa como un órgano pulsional y excretor. Estos elementos funcionales, en su deterioro/con su desgaste, liberan siete emisiones aromáticas que componen una ficción olfativa. Olores imposibles de clasificar: quizás entre lo dulce y lo obsceno, lo protector y lo tóxico, lo íntimo y lo clínico.
Un sillage —término perfumístico para definir la estela que deja un cuerpo al pasar— funciona aquí como un campo afectivo. Un espacio donde lo olfativo no decora, asedia. Y donde cada pieza se convierte en un pequeño sistema de goce lacaniano: no orientado al placer, sino a lo que excede, a lo que no cesa de insistir,aunque incomode.
Como los antiguos romanos que interpretaban augurios en la corrosión de las estatuas, como si los dioses mismos sangraran o exudaran a través del mármol y del bronce, aquí propongo una lectura por evaporación. Leer el olor como se lee un signo. No como evidencia de algo sucio o a eliminar, sino como símbolo activo, como materia que resignifica.

1. El inodoro huele a chocolate
2. El fregadero ya no traga
3. Las ventanas derriten almizcle
4. La moqueta azul sembrada de antipolillas
5. La bajante pierde formol
6. El rodapié meado
7. La campana extractora suelta mantequilla
NB: Las emisiones no siguen ningún orden. Cada una es autónoma y contingente.
Siete órganos del goce arquitectónico
Instalación site specific
BSA-FAS Ginebra, 2025
–